El término inteligencia artificial no es nuevo. Apareció por primera vez en 1956 en Estados Unidos y hacía referencia a una máquina capaz de reproducir el comportamiento de la mente humana. La comunicación con el usuario y la capacidad de adquirir y guardar información para poder dar respuestas son las bases para desarrollarla.
Las aplicaciones son casi infinitas y engloba muchas disciplinas: desde la psicología a la informática. En las universidades españolas existen investigaciones muy interesantes que buscan la transferencia social para mejorar la vida de las personas. Un campo muy prometedor y que está logrando grandes avances es la robótica.
El impacto de este tipo de desarrollos tiene que ser fiable y seguro. El objetivo es que las máquinas tomen decisiones a partir de la experiencia y eso puede causar algunos problemas éticos. Las grandes cantidades de datos que se manejan deberían servir para conseguir beneficios sociales, económicos y ambientales para todos.
Las ventajas de la inteligencia artificial superan a los peligros si se utiliza de forma racional. No se trata de sustituir a las personas en ningún contexto, sino de aprovecharla para hacernos la vida mas fácil.